Reclusorio de Ecatepec, Santa María Chiconautla, Estado de México,4 de diciembre 2007
De: Gloria Arenas Agis
Al Tercer Foro Nacional de Solidaridad con las Comunidades Zapatistas
Se aproxima el décimo aniversario del horror de Acteal. El peligro de que un crimen semejante se repita no ha sido conjurado. Los gobiernos federal y estatal están desarrollando una estrategia contra el Ejército Zapatista de Liberación Nacional basada en la destrucción de las comunidades zapatistas por medio del despojo de sus tierras, de ataques paramilitares y de provocar la división y el enfrentamiento entre pobladores de la misma comunidad o entre comunidades vecinas. Esta estrategia ha sido puesta en práctica en Guatemala, El Salvador y Colombia. El resultado son los miles de desplazados, las masacres, los asesinatos, la formación y el fortalecimiento de grupos paramilitares entrenados y armados por el ejército y la policía. Los paramilitares realizan el trabajo sucio y de esa manera los gobiernos federal y estatal evaden su responsabilidad.
Los muertos, los desplazados, los que sufren con esta estrategia de estado son los de siempre: los pueblos indios, sus hombres, mujeres, niños y ancianos. Lo que se persigue con esto es desplazar a los pobladores zapatistas y ocupar el territorio con pobladores de filiación priista o de algún otro partido político. Esto es atacar al EZLN por la base que lo sustenta y es su razón de ser, utilizando no solamente paramilitares, policías y ejército. En este plan actúan distintas dependencias de gobierno, como la Secretaría de la Reforma Agraria, el Tribunal Unitario Agrario y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (con los desalojos en Montes Azules) entre otras. Estas dependencias actúan para dar una justificación legal al despojo o para impulsar programas gubernamentales que dividen a las comunidades. Los partidos políticos también desempeñan un papel importante para impulsar el divisionismo y el enfrentamiento. La gravedad de esta estrategia es incuantificable porque se traduciría en decenas de miles de indígenas desplazados y despojados y en un tejido social comunitario desgarrado. En pocas palabras, este plan diseñado de acuerdo a las directrices de los instructores militares estadounidenses define cuál es el territorio a conquistar: el que ocupan las comunidades zapatistas. Y el “enemigo” a destruir: sus pobladores, hombres, mujeres, niños y ancianas. Pero hay algo más. Las comunidades zapatistas no son solamente poblaciones indígenas. Se trata de un territorio estructurado en un sistema de autogobierno: los caracoles y municipios autónomos. El objetivo, entonces, es destruir algo que ya es ejemplo de poder popular para el movimiento social mundial, pues el ataque se dirige contra comunidades que están dando una clara lucha anticapitalista. ¿Qué solidaridad se requiere en estos momentos? Toda la necesaria para desactivar esta estrategia de guerra pues el Estado está apostando a la reactivación del conflicto armado y a la salida militar. Se necesita solidaridad nacional e internacional, solidaridad que se refleje en acciones, que logre que los móviles y los mecanismos reales del despojo y el paramilitarismo se conozcan y sean condenados con firmeza. Desde esta prisión mi voz es pequeña y humilde, pero la alzo para condenar la guerra desatada contra todos los que el Estado considera peligrosos porque sabe que son baluartes del movimiento social: las comunidades zapatistas, Atenco, la APPO, Ayotzinapa y las normales rurales en general, comunidades en Guerrero y en Veracruz. Actualmente lo que le pasa a una lucha le pasa a todo el movimiento social. Poner un alto a los ataques en un punto o a un sector es fortalecer a todo el movimiento. Es el momento de que todos jalemos parejo y alcemos la voz como Otra Campaña para denunciar los ataques contra nuestras hermanas y nuestros hermanos zapatistas.
Atentamente, Gloria Arenas Agis