
En esta caravana vienen 14 mujeres comuneras de los 200 comuneros que caminan en total. Esto es un logro: por primera vez las mujeres deciden sobre sus tierras. Y pronto serán más.
Texto: Daliri Oropeza Alvarez
CIUDAD DE MÉXICO.- Un discreto violín suena mientras una multitud de personas que brillan en la cima del cerro del Tepeyac ofrenda a las puertas del templo la sangre, piel y cuernos de tres venados, peyote, jícaras sagradas, flechas realizadas a mano. Están acompañadas de velas con listones coloridos. También hay sellos de las autoridades agrarias, documentos, cuadros con figuras de animales o de vírgenes. Objetos sagrados de las familias sobre paliacates, agua bendita, jarros y monedas.
Los huaraches la hacen de percusiones que retumban en el suelo de este cerro, donde detona la danza. Están en plena oración. Son los mismos huaraches de mujeres y hombres wixaritari que caminaron más de mil kilómetros para exigir la restitución de sus tierras invadidas. Son más de 11 mil hectáreas. Poco a poco quienes están alrededor de este semicírculo danzan lentamente, uno por uno, como si se fuera contagiando. La música sube de volumen mientras amanece con el gris de los edificios de la ciudad de fondo.

Cae de las manos de Luciana Mijares el maíz tostado en la ofrenda, está al frente del templo y hace distintos tipos de rezos en su propia lengua frente a los altares. Con 60 años, es una mujer integrante del Consejo de Ancianos del pueblo Wixárika. Caminó desde San Sebastián Teponahuaxtlán, su pueblo, en huaraches, con su morral amarillo de flores rosas y moradas. Cuenta:
“Antes de venirnos, el cantador o marakame hizo una ceremonia en la noche. Ahí dijo lo que se debía de hacer en la caravana. Pusieron en los morrales jícaras sagradas, unas flechas especialmente hechas para venir aquí, y las trajimos. El cantador es el que se comunica con las deidades, lo que dice el padre fuego, el sol, la tierra que hablan y se comunican con el cantador”.

“El cantador, Juan Hernández, dijo que las jícaras y las flechas iban por delante. Y nosotros luego, porque es nuestro seguro de vida para que nos vigilara. Y el más importante, el venado. Lo disecamos. Son tres venados y son lo más importante de la ofrenda”.
Con plumas de águilas, hacen volar el agua bendita sobre los objetos sagrados, sobre la ofrenda que trajeron caminando desde sus pueblos y sobre los cuerpos de las y los caminantes. A lo largo de 32 días realizaron día y noche una ceremonia. Sus caminatas iniciaron a las 11 del día pues les guía el sol.
Tres mujeres portan dos banderas de México y una bandera wixárika que ondean con el viento del cerro.
Gracias por difundir tan valiosas acciones del empoderamiento de las mujeres como sujetos politicos en tiempos de transformacion.
Enviado desde Yahoo Mail para Android
Me gustaMe gusta
Es una modesta participación
Me gustaMe gusta