
Mi nombre es Samantha Dietmar, tengo 27 años y estudio fotografía y diseño gráfico en Alemania. Quise hacer un documental de México y su gente.
En la espera de la realización de una marcha pacífica (convocada durante la mañana del 4 de Mayo del 2006), para protestar contra de la agresión por parte de la policía, me junté con un grupo de estudiantes y compañeros de la Ciudad de México para dirigirnos hacia San Salvador Atenco haciendo una parada en la Universidad Autónoma de Chapingo. Llegamos a la entrada del pueblo en autos y autobuses a las 21.00 horas, la noche anteror del día de la manifestación.
La última parte del trayecto la hicimos caminando, había llantas de coches encendidas en el camino y con la iluminación del fuego, me pude dar una idea de la situación tan terrible que había pasado a medio día.
Casquillos, fragmentos de vidrio de cocteles molotov, restos de bombas, ventanas estrelladas, automóviles quemados. Tomé algunas fotos y me acerqué con las personas de los medios alternativos de comunicación con quienes me podía entender mejor (por el idioma). Los meses pasados había aprendido un poco de español pero por supuesto, aún no podía entender todo en detalle.
Hubo una concentración en el plaza del pueblo y brevemente algunas personas de los medios siguieron a unas calles donde está la clínica del pueblo para saber sobre la situación de los policias heridos y documentarlo en la Ciudad de México.
Los helicópteros sobrevolaron encima de nosotros. Tenía un mal presentimiento.
Dormí con mucha gente de los medios de comunicación en un pequeño hotel ubicado en la entrada sur de la ciudad.
Aproximadamente a las 6.00 de la mañana me sobresalté. Las campanas de la iglesia sonaron y las bombas estallaron, las piedras volaron, realmente una nueva lucha había empezado Una increíble represión brutal de lado de la policía, cerca de 3000 contra aproximadamente 300 manifestantes. Los gases lacrimógenos se metieron por las ventanas y puertas del hotel. De forma desesperada, envolví una toalla húmeda alrededor de mi boca y nariz y permanecí en el baño del hotel durante dos horas. El dueño del hotel encendió la televisión de la oficina y los pocos que permanecían en el hotel pudieron ver con horror, como la policía había sistemáticamente tomado el pueblo. Mi único pensamiento era regresar a la ciudad de México tan pronto como fuera posible pues aquí habían asesinado y desatado la muerte.
Confirme por las escenas de la televisión, que las tropas policíacas estaban en el centro del pueblo, así que en cuanto amaneció tomé mi mochila y mi cámara sin mas ni mas y dejé el hotel. Después de pocos minutos a través de una nube de grases lacrimógenos vino corriendo un grupo de policías por mi y por tres personas (pacíficas o tranquilas) que estaban en la calle.
Me empujaron hacia la pared de una casa y preguntaron por mi identificación. Temblando busqué en mi bolsa y les dí mi permiso internacional de prensa. Ellos me preguntaron que estaba haciendo yo allí. “No es de aquí! Gritó, mi
documento se cayó al suelo y a mí me condujeron a un camión. Allí empezó el infierno.
Por los brazos y cabello me arrastraron hacia el camión donde ya había muchas mas personas apiladas.
Todo estaba ensangrentado, la gente se quejaba.
La policía nos insultaba y escupía. Subieron y se ubicaron a las orillas del camión y después de poco tiempo de que arrancó, ellos caminaron sobre mi y los otros con sus botas, gritándonos e insultándonos, nos pegó con la macana en nuestras espaldas, cabezas y pies.
Sentí manos en mis nalgas y en mi espalda y también como trataban de subir mi blusa. Yo traté de bajármela y comenzaron los insultos “Gringa”, alguien me golpeó en la cara. Mi nariz sangró. Yo no pude pensar en nada más. Soporté y permanecí sin moverme.
El camión se detuvo. Nos jalaron del cabello para conducirnos a un autobús mas grande. Allí estaban ya, en la parte trasera y tirados en el suelo, otro grupo de personas en un baño de sangre. Nosotros tuvimos que tiranos sobre las personas del primer grupo. Golpes, pisadas, insultos. Nos bajaban las cabezas hacia el suelo para que no pudieramos ver las caras de nadie mas. La policía empezó a decir los nombres. Me arrebataron mi bolsa con mi pasasporte, dinero y cámara. Me agarraron de la cabeza jalandome el cabello, grité mi nombre y que era de Alemania.
Los quejidos, el olor, el bullicio, era algo horrible. No sabía qué era lo que seguía, y eso me dio un miedo terrible.
Debí ponerme una toalla que traía sobre la cabeza y me me obligaron a sentarme en la banca del autobus.
Los policías nos agachaban las cabezas con sus macanas y solo alcanzaba a escuchar cómo la policía seguía preguntado los nombres a la gente.
Una vez y otra venían los policías al autobus preguntando por la alemana y levantaban la toalla para ver mi cara.
No me permitieron moverme. Manosearon mi senos. Me preguntaba que hacía yo allí. Hubo un momento de silencio y calma justo cuando llegó otra vez el camión para dejar al tercer grupo de personas que también habían capturado y a las que de forma agresiva y violenta les preguntaban sus datos.
El miedo de la gente los inmovilizaba. Ninguno se confiaba en moverse lo más mínimo. Había mucha gente seriamente herida. Esos debían permanecer acurrucados sobre el suelo y bancas, algunos mas estaban encimados en otros aguantándose el dolor.
La policía siguió insultando y otra vez empezó a golpear a la demás gente. A mí me ofrecieron agua y me sentaron junto al grupo de los policías, separándome de la gente capturada. Ellos dijeron “si cooperas, no te va a pasar nada”.
El bus arrancó. Me quitaron la toalla de la cabeza. Durante dos horas y media estuve junto al grupo de los policías. Me tomaron fotos con sus teléfonos celulares, y entre ellos se pasaban un celular que tenia imágenes pornográficas. Me preguntaban sobre el EZLN, ETA y Hitler, y me preguntaron que qué hacía yo allí y porqué tenía una cámara.
Cuando me preguntaban cosas yo no les contestaba diciéndoles que no les entendía, aunque si sabía lo que me estaban preguntando.
Uno de ellos me dijo que tenia bonitos ojos y que si no quería salir con alguno de los policías. En ese mismo momento, cuando me estaba hablando, golpeó repentinamente a uno de los prisioneros que estaba a sus espaldas sin ninguna razón ni motivo quedando el compañero nuevamente reducido por el dolor que le había causado el golpe.
Había algunos mechones de mi cabello, con los que los policías empezaron a jugar poniéndoselos en la cabeza y riéndose.
Empecé a llorar, por el dolor y la desesperación. Los policías me trataron de calmar diciéndome que el consulado alemán vendría por mi y tomaría mi caso y que ya no necesitaría estar mas con esos “criminales”.
Al final del viaje pregunté otra vez por mis rollos de fotografía, mi dinero mis tarjetas de crédito.
Habíamos llegado ya a Toluca. Nuevamente me pusieron la toalla en mi cabeza, debimos esperar en el autobús para saber donde seríamos puestos dentro de la prisión.
A mí me bajaron con pequeños golpecitos en la cabeza mientras a la demás gente la bajaban con brutales golpes y patadas en todo el cuerpo.
Por la toalla que tenía en la cabeza ya no pude ver mas. Cada quien estaba con un policía quien nos pasaba a una oficina con la cabeza agachada y las manos de tras aventándonos y jalándonos agresivamente. Nos formaron contra una pared recargándonos y avanzábamos de uno en uno. La gente se quejaba y gemia.
Yo escuchaba como la policía golpeaba a la gente en el estómago, violencia sin fin.
En cuanto entramos en la prisión ya no hubo mas golpes y la gente que estaba muy golpeada o herida fue trasladada a la clínica de la prisión, pudimos ir al baño.
Esperamos en una sitio grande. Había mesas y sillas, separaron a los hombres de las mujeres y no se nos permitía hablar con nadie. La cara de toda la gente tenia heridas y lesiones y miedo. Después nos dieron de comer y beber.
Me enviaron al doctor, con otros cuatro no-mexicanos (Cristina, Valeria, Mario, Maria) a quienes también habían agredido o abusado físicamente, sicológicamente, y habían sufrido malos tratos.
Preguntamos por un teléfono, por un abogado y consulado y solo recibíamos respuestas de consuelo como “… si.. si después…”
En una oficina improvisada (con muebles improvisados) cada uno tuvo que declarar lo que había pasado.
Tuve problemas para contarlo en español. Todo tenía que ser rápido. Otra vez estuvimos esperando largamente y nadie nos decía que estaba pasando. No teníamos información de lo que estaba pasando.
Ese fue el momento en que tuve por primera vez el recuerdo de los momentos de la mala experiencia. Estuvimos todo el tiempo los 5 extranjeros.
Apareció el Centro de Derechos Humanos y nos preguntaron otra vez que había pasado sobre los maltratos y nos tomaron fotos. Ellos realizaron el contacto con la embajada alemana.
Estábamos exhaustos, hacía frío y nos quedamos dormidos en las bancas de madera.
Mis ojos estaba muy dañados por los gases lacrimógenos y porque había llorado mucho. Me quite mis lentes de contacto aunque sin ellos tenía dificultad para ver.
Nos despertaron para tomarnos las huellas dactilares y fotografías. Entonces (a las 0.30 h del 5 de mayo, 2006) pensamos que nos llevarían a otra habitación donde podríamos dormir. Pero en la puerta nos dijeron que en Toluca ya no teniamos nada mas que hacer sino que tendríamos que ir a la Ciudad de México a la oficina de inmigración y todo fue muy rápido.
Nos transportaron rápidamente, otra vez nos examinaron en esa oficina. Pregunte sobre nuestras situación legal y derechos y cómo podía hacer una denuncia contra los policías acusándolos por lo que nos habían hecho. No obtuvimos ninguna información sobre lo nuestros derechos. Tampoco me leyeron mis derechos. El consulado se comunicó a la oficina de inmigración y pude hablar con ellos. Me preguntaron si quería que avisaran a mi familia en Alemania y lo hicieron. Como supuestamente la policía no les había dado nada de mis documentos ni papeles ni cámara a la gente de la prisión, y no tenía mi pasaporte, me trasladaron con cuatro policías al consulado alemán para que me hicieran un nuevo pasaporte (a las 15:00 del 5 de mayo, 2006-05-13). De allí me condujeron directamente al aeropuerto de la ciudad de México donde también ya los cuatro compañeros no-mexicanos estaban esperando la deportación.
Aún no habíamos tenido la posibilidad de llamar por teléfono con nadie.
En una oficina de inmigración del aeropuerto estuvimos los cinco. Después nos separaron según los diferentes vuelos (mi vuelo 21.30 h México-Londres-Flughafen Fankfurt an Main en línea aérea británica). Durante todo el vuelo estuvieron conmigo dos policías de la oficina de inmigración mexicana constantemente al lado mió. La tarde del 6 de mayo de 2006 en Frankfurt Am Main, cuando llegué con la policía mexicana, la policía alemana se sorprendió porque no les fue entregado ningún tipo de documentación ni archivo de mi caso que justificara mi deportación. Posteriormente me realicé un nuevo examen médico.
My original report is in German. This here is just a Spanish translation made for me. I´m not responsible for translation errors.
solo espero que no piense que todos los mexicanos somos asi de salvajes como esos pendejos
Me gustaMe gusta